jueves, 2 de agosto de 2012

Sólo por esta noche...

Suave, e intenso. Notas volando a través de un armazón de metal algo corroído por la edad. Y unas llaves sobre él, pulsadas al ritmo de un compás sin identificar. Unos dedos finos y delgados recorriendo el instrumento que hace que toda la habitación se estremezca en un instante.

Hoy, queridos lectores, voy a hacer algo que llevo queriendo hacer mucho tiempo. Voy a darles un pequeño consejo, el que probablemente a mí, me ha ayudado durante toda mi adolescencia.

RELÁJENSE. Eso es. Relájense, solo por esta noche. Miren las cosas del modo desde el cual hay que verlas. Desde fuera. Sin prisas. Ya ha habido suficientes días malos como para convertir este en otra mierda más por la que pasar, ¿no les parece?

Sonrían sin motivo alguno, y dejen que en esta velada les acompañe este loco soñador, que lo único que desea es entretenerles con algo de buena música y unas líneas, digamos, más relajadas de lo normal.

No piensen siquiera, y si lo hacen, procuren que sean cosas que les haga felices, por poco que sea. De granos de arena se forman montañas, ¿no es así?

Lejos de aburrirles, les diré que todos tenemos problemas. No me estoy, ni mucho menos, comparando con ustedes. Todos los que estamos aquí nos encontramos por encima de eso.

Y de eso les vengo a hablar hoy, de las circunstancias. Que aún lejos de parecer invencibles y aterradoras quimeras contra las que nos enfrentamos en nuestro día a día como adolescentes que somos (en el fondo siempre los seremos) son en realidad caminos opuestos al nuestro, que necesariamente, tenemos que atravesar. Y en ello entra la actitud.

Porque la actitud, lectores y lectoras, la actitud vence a la circunstancia. La vida, lejos de ser como nos la imaginamos, es en realidad una farsa que nosotros podemos modificar a nuestro antojo. Y ser felices a nuestra manera, como siempre debería haber sido.

Llorar, reír, amar y soñar... son solo simples pasos, a cada cual más placentero de superar. El mundo no acaba nunca, si tenemos los sueños adecuados para ello.

Vida, eso es todo lo que necesitamos. Vida y alguien compartirla, y recordar al mundo por qué seguimos aquí, para comérnoslo a bocados. Para bebérnoslo a tragos largos y pacientes.

En cuanto a mí, yo les dejo con sus respectivas compañías por esta noche, en mi caso mi única compañía es la buena música y una pizca de agridulce soledad. Créanme que algo así nunca viene mal.

Disfruten de la noche, pero sobre todo, disfruten de sus días.  Me despido una vez más. A sus cordiales gustos, el perro del vecino.

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