martes, 17 de julio de 2012

Era yo

Los dos sabíamos que esto no iba a ninguna parte. Los dos sabíamos que esto terminó antes de empezar. Pero la soledad de nuestra vida pasada nos daba tanto miedo que aunque nuestra relación fuera un desastre no queríamos separarnos.

No queríamos amistad, no queríamos simpatía, no queríamos comprensión. Queríamos calor, era lo único que queríamos. Calor. El calor del otro, y pasar el resto de los días así, hasta que nos acostumbrásemos a esta relación que nos destruía a los dos por igual.

Mi vida se reducía solo a tí, y eso me disolvía en un cúmulo de celos y agonías por el miedo a perder algo que, en el fondo y aunque no lo aceptase, ya estaba perdido.

Y maduré al fin, maduré por los dos, aunque tú no lo quisieras entender. Yo solo quería tu felicidad, y tú me trataste como un juguete roto. Porque al fin y al cabo yo era eso para ti, un juguete roto. Un bastardo que creyó poder enamorarte hasta el punto de que no pudieras separarte de mí.

El coro se repite, siempre. Tú me echabas la culpa de tu infelicidad, y puede que fuese cierto. Puede que yo fuera el causante de que tu vida fuese una mierda.

Y aquí estamos los dos, en una habitación tan destrozada como lo que nos unía, tan pobre como nuestras vidas y nuestras ganas de vivirla. Y gritas, pero no puedes, ya no. Ya no puedes gritar porque no tienes nada que decirme, porque sabes que te has equivocado. Y lo que más te duele es mi perdón.

Y en ese momento me miras a los ojos, buscando alguna señal de cariño, me abrazas, pero aunque me duela yo no te devuelvo el abrazo. Me abrazas más fuerte intentando hacerme reaccionar mientras yo, con ganas de quedarme para siempre a tu lado, te separo de mí, beso tu frente como hacía cuando eramos felices, y te dejo sola en la habitación.

Y jamás me lo perdonaré, jamás me perdonaré lo que te hice pasar. Porque fui un capullo, y porque no te lo merecías. Supongo que no estoy hecho para la compañía, supongo que simplemente estoy hecho para cavar mi propia mi tumba y morir solo. Porque lo puedo tener todo, todo menos a ti.

Ahora tú eres feliz, tienes a alguien que hace tu vida algo por lo que merece la pena sufrir. Porque todo es sufrir, eso lo aprendiste de mí.

Yo sigo solo, pensando en la manera en la que acabaré mis días, totalmente anímico. Pero ahora tengo la certeza de que tú estarás bien, y eso me alegra, aunque tú sigas odiándome por lo que te hice pasar.

Y camino por las calles con un último pensamiento, una última sensación.

Y es que tengo el presentimiento de que después de que me abrazaras en esa habitación no fuiste tú la que te quedaste dentro, sola y aislada. Tengo la certeza de que yo sigo dentro de esa habitación. Nuestra habitación.

No hay comentarios:

Publicar un comentario