martes, 17 de julio de 2012

Séptimas

Supongo que esto es así. A veces estás arriba. A veces estás abajo. No puedes hacer nada para cambiarlo. A veces tu vida suena con acordes mayores, de repente viene una séptima descendente y todo se va a la mierda.

Pero he descubierto algo, que si a una séptima le siguen quintas, la canción se torna agridulce, ni mayor ni menor, sino realista. Y ríes. Ríes porque sabes que aunque todo vaya mal en ese momento, todo el mal que sientes ahora se pasará. Porque ya lo has vivido tantas veces. Y en verdad poco importa.

En verdad poco importa, porque sabes que ni la alegría ni el sufrimiento termina en ese momento. Cantas a la noche con un tono de muerte y al día siguiente quieres comerte el mundo. Bendita adolescencia.

La vida nos muestra lecciones que no se pueden enseñar, pero si las sabemos ver podremos evitar que en pleno vuelo nos abatan con una tormenta que en realidad es más pequeña de lo que parece.

Nos quedamos esperando un momento en concreto con tantas ganas que la vida se escapa por cada poro de nuestro cuerpo, luego nos preguntamos ¿Dónde quedaron esos días?, siempre estuvieron allí. Delante de nuestros ojos, llamándonos, pero estábamos ciegos.

Somos mirlos de alas rotas, somos mirlos ciegos. Pero somos aves, al fin y al cabo. Y podemos volar.

Pero esperamos, esperamos al momento oportuno. Para que vean que podemos volar más alto que nadie.

La noche, la luna reflejada en los ojos de aquella persona con la que compartimos nuestros sueños. Odiamos, amamos, reímos con la misma intensidad que si nos fuéramos a morir mañana. Y no hay nada más maravilloso que ver a alguien con ganas de vivir, con ganas de volar.

Y quién sabe, puede que algún día acertemos y no veamos el sol a la mañana siguiente, pero mientras tanto ¿quién necesita la vida perfecta?

Quién necesita la vida perfecta, si lo único que necesitamos es ser felices por un momento, cerrar los ojos, y volar en la noche.

No hay comentarios:

Publicar un comentario