lunes, 16 de julio de 2012

Viejos tiempos

Sangre, eso es lo único que recuerdo de mi pasado, sangre y golpes. Dolor y huesos rotos, palizas, peleas y un filo atravesando mi pierna a manos de el que fue un amigo.

Yo, como todos, tengo un pasado. Hace tiempo que cambié de actitud, que ya no soy tan violento, que ya no voy contra el mundo de cabeza, sino más bien le toreo cuando puedo.

Sangre, algo desagradable para algunos, siempre pensando que hice bien en cambiar de vida y centrarme en lo que realmente importa. Yo. Y todo lo que ello conlleva.

Pero si os digo la verdad, a veces, cuando cierro los ojos, oigo música, acordes de quintas con una distorsión que hace que los huesos estallen. Y se me dibuja aquella sonrisa en la cara.

Aquella sonrisa que esbozaba el monstruo de mi ser cuando reía a carcajadas de loco el sufrimiento de otros, cuando con los nudillos amoratados llenaba mis manos de sangre ajena, cuando me daba igual quien intentara pararme. Una sonrisa sucia y sangrienta, unos ojos que miran desde abajo, un puño apuntando al mentón. Viejos tiempos. Peleas de bares, conciertos... qué recuerdos.

No sé si fueron buenos tiempos, pero recuerdo que pasé por ellos, aunque me cueste admitirlo. Yo era un salvaje.

Solo eramos marionetas, marionetas que se creían invencibles con cada golpe que daban, cada navajazo que esquivaban, cada hueso roto curado, cada herida cerrada, cada cicatriz, ya son unas cuantas.

Y no puedo evitarlo, recordar la euforia que da el golpear a alguien justo en el punto en el que la nariz se une con su frente, verle sangrar, sangrar como si de una fuente se tratase, y tú de pie, espectante, como un animal que mira a su presa, y con ganas de más. Siempre con ganas de más.

La adrenalina que da abrirte paso con un amigo herido a hombros por medio de un público enfurecido hasta llegar al punto en el que el coche patrulla te para los pies.

Vida. Eso es lo que se siente. Da igual que te duela todo o que estés al borde del desmayo. Sientes que estás jodidamente vivo. Y te enganchas como un hijo de puta.

Alcohol y violencia, y no había nada más en juego que llegar a ver el sol al día siguiente.

Cambié por los míos, para poder ayudarles.

Pero sé que si algún día vuelvo a ser el de antes no podré volver atrás. Si algún día los míos tienen la necesidad de que luche por ellos dejaré de ser un hombre. Seré un animal. Seré uno más entre escudos, porras y disparos. Seré uno más entre el humo del gas lacrimógeno. Seré el que fui hace mucho tiempo. Y moriré así.

Hasta entonces el mar estará en calma, al menos hasta que la vida me pida un poco de violencia una vez más. Por última vez.

No hay comentarios:

Publicar un comentario